PRIMER CAPÍTULO
MIRIAM
MIRIAM
Tomo aire, y lo soltó, así una y
otra vez. No podía, no se podía creer que el chico de sus sueños la hubiera
rechazado de tal manera. Eduardo era el amor platónico de Miriam, una chica
irlandesa de 15 años, de pelo negro azabache rizado, ojos verdes esmeralda y
piel pálida. Eran amigos desde pequeños y ahora pertenecían al mismo grupo de
amigos, aunque su relación no se había estropeado para nada en los últimos 13
años. Miriam vivía con emoción e intensidad cada día a su lado, era como un
sueño para ella. A lo largo de su vida siempre la había encandilado su sonrisa
y su forma de mirar. Según Miriam, sus ojos azules perfectos y su pelo rojo era
lo más bello de este mundo. Miriam tenía muy claro que aquella belleza y
perfección no eran de este planeta, que debía de ser algún tipo de hada que
había tomado forma de hombre. Era, definitivamente, perfecto.
Pero ella, a pesar de su gran
amistad, nunca se había atrevido a declararse a Eduardo, nunca supo porque.
Siempre habían mantenido una extraña relación de amistad. Eduardo era un tanto
particular, tanto por su aspecto físico como por su personalidad y su forma de
pensar. Estaba siempre pensando cosas muy profundas, le gustaba salir al bosque
de noche a contar las estrellas, hablaba de cosas extrañas, era feliz con ver a
un pájaro libre volando o una hierba crecer. Inmensamente feliz. Por el
contrario, nunca había salido con ninguna chica, y no eran pocas las que se lo
proponían.
Miriam estaba llorando
desconsolada, y pensando en qué le diría mañana cuando de nuevo le volviera a
ver en el colegio, ya que era su
compañero de mesa. Se tumbó en su cama, se acurrucó entre sus suaves sábanas, y
sintió como estas la envolvían, como asegurándole que nada malo pudiera
pasarle. Cerró los ojos y cayó profundamente dormida, con la ropa puesta
incluso, sin haber hecho los deberes; sentía extrañamente que había perdido
irreversiblemente algo muy grande, una parte de ella misma.
A la mañana siguiente se despertó
tarde, se vistió una camiseta de rayas azules y unos pantalones ajustados, se
calzó unas botas marrones y se puso su nueva cazadora. Recogió vagamente sus
libros, y tras desayunar apenas un yogur, se encaminó al colegio. Odiaba tener
que ir justo aquel día. No tenía ni idea de qué decir cuando viera a Eduardo.
Dudaba entre si debía hablarle o por el contrario ignorarle, hasta que se
dignase a hablarla él. Tampoco estaba segura de qué actitud debía tomar: no
sabía si ofrecerle una gran sonrisa, como había hecho hasta ahora todos los
días de su vida o si debía ser seca y apenas mirarle a aquellos increíbles ojos
que tan atrayentes le resultaban.
Miriam estaba muy extrañada de
que la hubiera rechazado, porque ella estaba convencidísima de sí misma, había
salido con los chicos que había querido y no se esperaba una negativa por parte
de Eduardo. Miriam, como Eduardo, era sencillamente preciosa, sus ojos marrones
eran de color de la miel, su pelo negro
brillaba y sus rizos infinitos no dejaban rastro de duda de que aquella chica
era perfecta.
Su cabeza estaba hecha un lío,
sintió una gran impotencia y ganas de llorar. Mientras que pensaba todo esto,
ya había llegado al colegio. Entró por la puerta de la clase, y se dirigió
hacia su mesa, saludó secamente a sus amigos y se percató de que Eduardo no
estaba.
Una señora mayor, de pelo blanco
entró en el aula y mandó callar a todos los alumnos.
Miriam saludó a Airén , que se
sentaba justo delante de ella, y no pudo reprimir las ganas de contarle con
detalle todo lo que había sucedido.
-Oye, ¿has visto a Edu? –
preguntó Miriam.
-Mmm, pues la verdad es que no,
qué raro ¿no? Él siempre llega puntual. Además hemos quedado esta tarde todos
para ir a dar una vuelta al parque… Supongo que esta tarde vendrá.
-Ah, bueno, yo no sé si iré, es
que ya sabes, ayer… bueno eso, que me dijo que no. – dijo pensativa.
-Ya… bueno tranquila verás
que todo se arregla, hablaremos con él y volveréis a hablaros.
-No estoy muy segura, no sé si me
apetece verle, y sobre todo, me da muchísima verg…
Una voz interrumpió su
conversación:
-A ver, aquellas dos señoritas
que no han parado de cuchichear desde que he entrado por la puerta, ¿pueden
parar de hablar? – inquirió la profesora- Pónganse en pie, por favor.
Miriam y Airén se levantaron
preocupadas, mirándose desesperadamente.
-¿Se puede saber que hacen
ustedes charlando tan tranquilamente mientras estoy dando mi clase? ¡Váyanse
fuera un rato y reflexionen!
Miriam se quedó paralizada
pensando en las malas consecuencias de la expulsión de aquel mal bicho de
mujer. Intentaba pensar a toda velocidad alguna excusa convincente para no salir
de la clase, pero se había quedado totalmente en blanco.
-¿Es qué no me ha oído señorita
Gallego? ¡Salga por esa puerta ya!
Asintió cabizbaja y salió de la
clase dando un portazo.
SEGUNDO CAPÍTULO
SUEÑOS IMPOSIBLES
SEGUNDO CAPÍTULO
SUEÑOS IMPOSIBLES
La tarde anterior, por el chat del messenger…
·Edu: Miriam… no creo que sea lo mejor, no quisiera romper una relación de amistad de tantos años…
·Miriam: Pero ¿por qué no? Nos conocemos desde hace muchísimo… Nos complementamos perfectamente y nunca nos hemos enfadado, yo te quiero como amigo, pero no puedo últimamente pensar en ti como algo más…
·Edu: Tu y yo nunca podremos estar juntos.
·Miriam: ¿Por qué? Sabes que te quiero muchísimo, ¿por qué no empezar una relación de pareja?
·Edu: Lo siento Miriam, es… algo que no puedo contarte.
·Miriam: ¿Me estás insinuando que todavía queda algún secreto entre nosotros?¡ Tú lo sabes absolutamente todo sobre mi! ¡No es justo!
·Edu: Yo no insinúo nada, yo cuando quiero decir algo lo digo, deberías saberlo. Adiós Miriam.
·Miriam: ¡Espera! No pued…
.EDU MAYO SE HA DESCONECTADO DEL CHAT.
Miriam terminó de leerle la conversación a su amiga con un suspiro, que había copiado y pegado en su móvil, para conservarla y no perder ningún detalle de las palabras de aquel chico que estaba tan extraño últimamente.
-Mira, Miri, lo mejor que puedes hacer es venir esta tarde a la quedada y hablarlo a solas con él. -Aseguró Airén.
-Está bien, iré, si insistes…
-De acuerdo, a las seis en el parque del limón,¿ está bien?
-Claro…- prometió sin mucho ánimo.
Justo en ese momento: RIIIING sonó el timbre de la comida.
Miriam salió corriendo hacia su casa sin ni siquiera despedirse de sus amigos. No quería ver a nadie, ni hablar con nadie, solo quería comprobar que las cosas con Eduardo seguían igual…
Llegó a su casa corriendo, apenas sin aliento, deseosa de conectarse al MSN para ver si tenía algún mensaje de Eduardo.
Tecleó con nerviosismo su e-mail y su contraseña, y observó embobada cómo los muñequitos azul y verde giraban sobre sí mismos…
Por fin se abrió su cuenta y comprobó decepcionada que no tenía ninguna novedad.
Se desplomó sobre su asiento y lloró desconsolada. ¿Por qué Eduardo era así con ella? Nunca habían dejado de hablar. Ni un solo día desde que se conocían. Si no podían verse en persona, Eduardo la llamaba siempre, cuidaba de ella, la protegía… siempre estaba allí, con ella, a su lado. De repente, pensando en esto, Miriam cayó en la cuenta de que Eduardo siempre había evitado el contacto físico con ella y con cualquiera. No le gustaba que le abrazase, ni que se cercara demasiado a él. Todo aquello era un poco surrealista, después de tantos años de amistad entre chico y chica, ¿no había ocurrido nada entre ellos? ¿Y cuántas veces se habían abrazado? Apenas alguna vez en aquellos 13 años de amistad. Todo aquello era muy extraño… Algo no encajaba.
-Bah, serán imaginaciones mías… - pensó.
-¡Miri!- la llamó su madre- ¡Ven, baja, venga que la comida ya está lista!
A Miriam lo que menos le apetecía en aquel momento era hablar con nadie, tampoco tenía ganas de comer… solo quería dormir, dormir y olvidarse de todo… deseaba que al dormir despertase de aquella pesadilla. Y eso fue lo que hizo, se tumbó en la cama, se tapó la cabeza con la almohada y cayó profundamente dormida, mientras que su madre la esperaba abajo en la cocina
Estaba en un gran bosque verde, rodeada de todo tipo de especies de plantas de colores, el suelo era de color azul celeste, las hojas de los gigantescos árboles eran enormes y aterciopeladas, todo cuanto la rodeaba tenía un aspecto sobrenatural… Miriam estaba bastante perdida, porque no sabía qué hacía en aquel extraño lugar, ni cómo había llegado hasta allí…
De repente, miró al cielo color violáceo y vio como un espíritu de pelo castaño y ojos verdes se acercaba a ella. Miriam no trató de escapar, simplemente, se quedó allí, aunque tenía miedo y a la vez curiosidad. Simplemente, se dejó llevar. Sintió la extraña sensación de que le faltaba parte de su alma, que no podía dominar sus actos. El espíritu se acercó cuidadosamente y le susurró al oído estas palabras:
``¿Tú no querías una vida mejor?¿Una vida sin reglas?¿ Vivir en un mundo en el que pudieras hacer lo que quisieras sin que nadie te juzgara? Una vida en la que no tomaran las decisiones por ti, sino que las tomaras tú, donde tú fueras la reina…. Te oí el otro día… lo deseaste en voz alta. ’’
``Pero, ¿quién eres tú?´´- preguntó Miriam asustada ante la idea de que hubiera un ser tan poderoso como para concederle tal deseo.
``Yo soy Artac, y, si tú me dejas, puedo concederte todos tus deseos. Tan solo, dime, ¿quieres vivir tu vida, como tú siempre la has deseado, o prefieres seguir atada al mundo de los mortales?´´
De repente Miriam vio todo cuanto siempre había querido a su disposición. Su vida de ensueño, con lo que había soñado todas las noches desde que tenía uso de razón.`` Sí, quiero – se sentenció.´´
-Miriam… despierta, cariño, que te has quedado dormida… - susurró su madre acariciándola. – Anda, baja ya a comer que se están quedando fríos los macarrones con bechamel.
-¿Mamá? ¿Qué ha pasado?¿Dónde está ese chico con el pelo de fuego y esos ojos que llevaban el mar en su interior? Que… ha.. ocurrid… - intentó hablar más pero no pudo; una parte de su mente no la dominaba del todo.
-Tesoro, estabas soñando, ¿estás bien?
-Sí, supongo que sí, solo habrá sido un sueño… - dijo un poco más despierta.
-Venga hija, baja ya – ordenó su madre levantándose de la cama y encaminándose al piso bajo.
-Ya voy. – dijo perezosamente Miriam mientras veía a su madre bajar por las escaleras.
`` ¿Qué me ha pasado? No estaba soñando… lo sentía tan real… ¿y quién era ese misterioso espíritu?’’
Le recordaba mucho a alguien, pero no conseguía recordar quién. Sabía que aquel extraño sueño significaba algo importante y… debía desvelarlo.
Después de comer Miriam hizo los deberes, bueno, lo intentó, porque no conseguía concentrarse pesando en su extraña alucinación de aquella mañana. Ese espíritu tenía un parecido a alguien muy cercano… se estaba rompiendo la cabeza pensando de quién se trataría, cuando sonó su alarma, que anunciaba que debía ponerse en marcha para ir al parque del limón, donde le esperaba Eduardo, o eso creía ella; porque cuando llegó allí comprobó decepcionada que estaban todos sus amigos pero faltaba él. Por una parte eso suponía un gran alivio, ya que no tendría que enfrentarse a un Eduardo que no sabía cómo iba a reaccionar, pero por otra parte estaba empezando a preocuparse: ¿por qué Eduardo no daba señales de vida? Siempre y en todo momento Eduardo había estado pendiente de ella, y viceversa. Era como su ángel de la guarda. Miriam no podía soportar no estar cerca de él, no saber de él en todo momento, se había convertido en una droga para ella.
Se acercó a sus amigos y se percató de que Sara estaba más seria de lo normal. Sara era una de sus mejores amigas, una chica pecosa, un poco gordita, con el pelo corto y castaño y los ojos azules. La saludó con un beso, como hacía siempre.
Después se acercó a Ángela, otra de sus amigas y le preguntó que qué tal estaba, que hacía mucho que no hablaban. Ángela era la típica chica con estilo, que siempre sabía lo que tenía que decir y hacer y en qué momento, sabía tener a todo el mundo a su disposición y casi nunca se peleaba con sus amigas. Era la chica perfecta, y siempre había representado un modelo a seguir para Miriam. Pero últimamente estaban un poco más distanciadas de lo normal.
Estuvieron hablando un rato y al final la distancia que había habido entre ellas en los últimos días se disipó con un abrazo.
Ellas eran el grupo de las populares del colegio, ellas lideraban todo, conseguían todo lo que se proponían, manipulaban a la gente, salían con los chicos que querían, porque ninguno se les resistía. Hacían lo que querían y cuando querían. Eran las mejores, y se lo tenían muy creído. Por ello el rechazo de Eduardo había supuesto un duro golpe para Miriam, que no se lo esperaba.
Miriam, secretamente, siempre se había sentido diferente al resto de sus tres amigas, ya que, aunque fuera popular como ellas, en su interior sentía cosas distintas a las de sus amigas. La gustaba salir descalza por aquellos bosques irlandeses, en las noches de verano, acompañada de Eduardo. Le gustaba oler el viento y dejarse llevar por él, fundirse con la naturaleza… pero ella no estaba dispuesta a dejar su puesto de popular y su alto status social solo por sus sueños y fantasías.
Asique Miriam siempre había vivido con ese deseo de ser ella misma en vez de la persona que aparentaba ser todos y cada uno de los días de su vida.
Mientras se encontraba sumida en estos profundos pensamientos, a la vez que caminaba de la mano de sus amigas sin prestar apenas atención a lo que decían, tuvo una idea: Esa noche la luna estaba completa, y Eduardo solía irse las noches de luna llena al bosque, no porque fuera un hombre lobo, sino porque le gustaba pasear por él a la blanca luz de la luna. Miriam tenía sus dudas todavía de si Eduardo era o no un hombre lobo, pero se lo había jurado y prometido tantas veces que Miriam, con todo lo que confiaba en él, le creía; sin embargo nunca la había dejado acompañarla a sus salidas nocturnas en noches como aquella.
-Bien – se dijo Miriam – ya que él no está para protegerme y no dejarme ir con él precisamente esta noche, iré al bosque para ver si le encuentro.
TERCER CAPITULO
ESCAPADA NOCTURNA
Se despidió de sus amigas
lanzando un sonoro ¡Muack! al aire. Mientras caminaba a su casa revisaba los
mensajes de su móvil, y se dio cuenta de que tenía un mensaje de un
desconocido, que decía así: ``Tú no lo entiendes´´ A Miriam le extrañó un tanto
aquel mensaje, y sobre todo, la asustó, ¿de quién podría tratarse? Y ¿qué
significaba aquello? ¿Qué es lo que no entiendo? – se preguntaba. Sospechaba de
Eduardo, pero no estaba segura. Decidió no borrarlo por si acaso.
Llegó a su casa y se preparó para
su escapada nocturna. Le parecía raro que su madre no supiera nada de su
expulsión, a lo mejor a la vieja gorda de la profesora se le había olvidado
escribirla. Bueno, mejor para mí – pensó Miriam. Sacó de la maleta que tenía
escondido debajo de la cama un amuleto que le había dado Eduardo cuando eran
pequeños. Miriam recordaba lo que había pasado aquel día, hace tanto tiempo.
Eduardo y ella habían ido a jugar al bosque
un tarde de Abril, y se habían puesto a jugar al escondite. Era el turno de
esconderse del chico, y se escondió tan bien que Miriam no le encontró hasta al
cabo de una hora. Estaba muy enfadada con él porque había desaparecido sin
avisar y sobre todo muy preocupada. Así que se puso a llorar y él, para que
parase, le entregó aquel amuleto con forma de árbol que iba atado a una cadena
de plata, diciéndole: ``ten, por si algún día desaparezco y no me encuentras´´.
Miriam lo apretó fuertemente
contra su corazón, realmente echaba de menos a aquel chico pelirrojo, y estaba
dispuesta a encontrarle costase lo que costase. Se colgó el amuleto del cuello
y se metió a la cama. No bajó siquiera a cenar. Esperó pacientemente que su
madre terminara de cenar para que subiera a darle su beso de buenas noches.
Cuando entró sigilosamente en su habitación, Miriam fingió estar dormida. Notó
como los labios de su madre se posaban suavemente en su mejilla y le susurraban
``duerme, mi bien´´. Cerró despacio la puerta y se marchó a su habitación.
Se levantó de un salto de la
cama y se puso en marcha, no había un
segundo que perder. Debía estar de vuelta en su casa antes de las 06.00. Cogió
las sábanas de su cama y las ató unas a otras, consiguiendo una cuerda muy larga
hecha de algodón. Ató un extremo de su cuerda casera a una pata de la cama,
abrió la ventana y tiró la cuerda. Comprobó que llegaba casi al suelo. Miriam
descendió lentamente por la cuerda hasta el suelo, y lo dejó así para escalar
por ella cuando volviera.
Su casa tenía en la parte de
atrás un bosque, el bosque que Eduardo visitaba en las noches de luna llena
como aquella. Se encaminó con paso rápido, calculando que llegaría al bosque a
las 23.30.Por el camino iba pensando en qué le diría cuando le viera. En muchas
ocasiones estuvo tentada de seguirle para descubrir el misterio. Iba caminando
cuando de repente, vio una sombra detrás de ella. No se movió, tenía mucho
miedo. Suponía que era un atracador o alguien que quería hacerla daño. Estaba
ya preparada para salir corriendo cuando de repente, oyó una voz familiar a su
espalda.
-Eh, pero ¿a dónde te crees que
vas sin mi, listilla? ¿Por qué no me has dicho nada de que ibas a venir aquí?
Suerte que te conozco y sabía de tus intenciones…
-¡Airén! – exclamó radiante
Miriam - ¿cómo has sabido que iba a venir? – La abrazó.
-Es lo que tiene conocerte desde
hace 10 años – dijo acompañándolo de un guiño.
-Bien, bien, estoy orgullosa de
ti, - rió – pero tengo prisa, acompáñame a buscar a Eduardo.
-El caso es que… no puedo, no
debes ir allí.
-¿No? Y ¿por qué no? – preguntó.
-Emm, pues… es peligroso. – dijo Airén.
-Ya, lo sé. Pero debo
encontrarle. Es la única manera. Es el único sitio al que se con seguridad que
va a venir Eduardo. – argumentó Miriam.
-Lo sé, Miri. Pero hazme caso. No
vayas.
-Pero ¿¡por qué!? – Miriam
empezaba a perder la calma. – ya sé que es peligroso, pero no me importa, tengo
que encontrarle, ¡me da igual los peligros que pueda haber!
-Te he dicho que no y es que no.
Ahí dentro hay cosas que no desearas haber visto en tu vida. Si vas a ir será
porque antes me has roto las piernas y los brazos y no pueda agarrarte y
retenerte a mi lado. – en este momento Airén se abalanzó contra ella y la
sujetó de las muñecas, retorciéndoselas detrás de su espalda.
Miriam, al ver la situación forzosa que había
entre las dos se zafó de las fuertes manos de su amiga haciendo un brusco
movimiento, y de repente, recibió un golpe inesperado en la barbilla, que la
dejó inconsciente.
CUARTO CAPITULO
DESCUBRIMIENTOS
CUARTO CAPITULO
DESCUBRIMIENTOS
Cuando
despertó por la mañana, en su cama sintió que una venda le cubría el sitio donde Airén la había
pegado anoche. Estaba en su cama, a salvo de todo y de todos. Habló con su
madre, la cual le contó que habían salido juntas Airén y ella la noche anterior
y que unos chicos más mayores que ellas las habían amenazado, con navaja y
todo, y que Airén haciendo gala de sus encantos y su sensualidad había
conseguido engañarles y salir corriendo con Miriam. Por suerte, Airén no había
recibido ningún golpe, pero Miriam había salido peor parada, con un puñetazo en
la mandíbula. Esta asintió en silencio, pero sabía perfectamente, que su amiga
había mentido a su madre, aunque no quiso desmentirlo. Carlota, así se llamaba la madre de Miriam,
le dijo que aquel día no fuera a clase, que debía recuperarse de la fuerte
impresión y del golpe. Miriam asintió de nuevo, parecía apagada, pero en su cabeza
bullían miles de pensamientos y actividades que hacer. Debía encontrar a
Eduardo, enterarse de porqué Airén le había impedido de forma tan brusca ir al
bosque, hacer las paces con ella, y volver a prepararse para ir al bosque al
mes siguiente.
Cuando
Carlota se fue a trabajar, Miriam se colocó frente al ordenador y lo encendió.
Se metió al MSN y lanzó una maldición cuando vio que no tenía ninguna novedad.
Nada sobre Eduardo, nada sobre Airén… Frustada, se echó para atrás en la silla.
Alcanzó su mp3, se colocó los cascos, y ahí estaba. Every teardrop is a Waterfall, de Coldplay. Play.
Pensaba… pensaba… y pensaba… pero
no daba con la solución. ¿Qué debía hacer? Necesitaba a Eduardo. Siempre que
tenía un problema él estaba ahí para ayudarla. Las cosas no pueden haber salido
peor, se decía a sí misma.
De repente, llamaron al timbre.
Miriam se sobresaltó y bajó corriendo las escaleras.
-¿Quién? – preguntó.
-¡Cartero comercial! – anunció
una voz de hombre.
Abrió la puerta y un pequeño
hombrecillo le entregó una carta. Cerró y se dirigió a su cuarto. Sentada en la
cama examinó el sobre. Era rojo, como la sangre, no tenía nada escrito por
fuera. Solamente había un extraño símbolo que se asemejaba a un felino en una
esquinita, dibujado a mano en color blanco.
-Qué extraño…- pensó.
Abrió impacientemente el sobre,
pero sin rasgarlo, y extrajo de él un papel muy fino doblado cuatro veces. Lo
desdobló y leyó.
``¿Tú no querías una vida mejor?¿Una vida sin
reglas?¿ Vivir en un mundo en el que pudieras hacer lo que quisieras sin que
nadie te juzgara? Una vida en la que no tomaran las decisiones por ti, sino que
las tomaras tú, un mundo en el que fueras la reina… ’’
Debajo de estas palabras había
escrita una dirección, y debajo, se repetía el símbolo del felino.
-¡Por todos los cielos! ¿Dónde he
oído yo estas palabras antes? – pensaba deseperada. – Todo esto es rarísimo:
mensajes en el móvil de un desconocido, la desaparición de Eduardo, la obsesión
de Airén por que no vaya al bosque, ese sueño tan extraño… ¡un momento! ¡Esto
fue lo que me dijo el espíritu en el sueño! Todo esto tiene que ver con
Eduardo, segurísimo…
Se anotó la dirección en su mano,
se vistió y metió en la bandolera todo lo que necesitaría: la carta, una
linterna, agua… Estaba dispuesta a llegar al fondo del asunto. Acudiría a la
dirección aquella para ver si conseguía alguna pista. Sí, será lo mejor, pensó
convencida.
Salió de su casa y fue a la de
Diana. Nada, nadie contestaba al timbre. Miriam no tuvo más remedio que entrar
por la puerta de atrás a la casa. Con Diana ya lo había hecho unas cuantas
veces, así que le fue fácil. Se coló en el cuarto de su amiga sigilosamente,
por si había alguien en la casa que no hubiera oído el timbre. Se sentó en su
cama y ojeó el reloj. Faltaba media hora para que Diana llegase del colegio. La
esperaría sentada en su cama, como otras veces había hecho. De repente, vio su
diario encima de la mesilla. Anoche había escrito algo… pues estaba abierto… Se
preguntó si debía cogerlo. No le parecía nada honrado por su parte, ni de buena
amiga y blablabla… pero tenía que enterarse de por qué Airén le había impedido
ir al bosque. Así pues, olvidando sus deberes de buena amiga, alcanzó el diario
y empezó a leerlo.
Querida Neira:
Hoy ha sucedido una catástrofe. Las tropas
del Sur han caído. Todos los guerreros han sido vencidos y sometidos a
esclavitud. Debemos hacer algo o los Yenouleses invadirán toda Barlandia. Aún
quedan el Norte libre, pero debemos darnos prisa y hacer algo. No podemos
esperar más, nos reuniremos en el bosque de detrás de la casa de Miriam esta
noche. ¿Por qué ayer no viniste?
Firmado: Odraude
(¡¡Y de nuevo, en aquella página
del diario de su amiga, el símbolo del tigre!!)
-Pero ¡¿qué es todo esto?! –
chilló enfurecida. – ¡¡Todo el mundo tiene secretos para mi!!
Estaba montando un verdadero
escándalo, lanzando maldiciones a diestro y siniestro.
Se calmó y decidió que debería
poner orden a sus ideas. ¿Quiénes eran Neira y Odraude?¿Qué es Barlandia?¿Y los
Yenouleses…? Colocó de nuevo el diario en su lugar por si llegaba su
propietaria de un momento a otro.
-Maldición, ¡no entiendo nada!¿Y
por qué Airén sabe de todo esto y yo no? – pensaba desconcertada. En ese momento se abrió la puerta de la
habitación y apareció su amiga. Pensó si debía pedirle cuentas acerca de aquel
asunto o si por el contario debía hacer como que no pasaba nada. Se decantó por
la segunda opción.
-¡Airén! – exclamó, intentando
disimular su nerviosismo. – Te estaba esperando. Necesito que me acompañes a…
-¿Qué haces tú aquí? – la cortó.
-Te estaba esperando - repitió,
con una repentina seriedad. – Necesito que me acompañes a esta dirección. Le
mostró la dirección escrita en su mano, y, como si hubiera visto un fantasma,
la cara de Airén palideció.
-¿De dónde has sacado eso? –
tartamudeó.
Miriam sacó de su bandolera el
sobre rojo y el papel de dentro y se lo mostró. Airén estuvo a punto de
desmayarse pero no dijo nada, ni Miriam lo notó.
-Es esta extraña carta- dijo,
tendiéndosela – me ha llegado esta mañana así tal cual, sin dirección, ni nada.
Solo con este simbolito del tigre, que será una extraña firma o algo así.
Airén no dijo nada. Asintió en
silencio y se sentó en su cama. Parecía tranquila, pero su cabeza iba a
explotar. No entendía nada. Debía consultarlo con Odraude.
Miriam se despidió de Airén con
un beso al aire y salió de su casa. Se encaminó a la famosa dirección. Le
parecía que todo aquello había dejado a su amiga un poco trastornada… ¿o eran
imaginaciones suyas? Probablemente la carta tuviera algo que ver con lo del
diario… Sí, seguramente, pues llevaban la misma marca. A lo mejor los del tigre
son alguna secta rara en la que Airén está metida – pensó. El sitio al que
tenía que ir estaba un poco a las afueras de su barrio, pero no le importaba,
pues no era muy grande. Se encontraba justo el otro lado del bosque, es decir,
al otro lado de su casa. Llegó allí sobre las seis de la tarde. Era una pequeña
casita solitaria ante la cual se extendía el bosque en el que ella había jugado
de pequeña y que tan bien conocía. Se paró un momento a observarlo y no pudo
evitar verse a ella con Eduardo, correteando por allí, persiguiéndose. Pero
todo eso ya quedaba en el pasado, aparcado junto a otros recuerdos. Ya nunca
volvería a jugar inocentemente con Eduardo al escondite, no. Nunca volvería a
ser una niña. Probablemente, después de aquello su relación con Eduardo
cambiara… quizás no se volverían a hablar nunca más… Agarró con fuerza su
collar de árbol, que llevaba puesto desde el anterior día, cuando había salido
a buscar infructuosamente a Eduardo. Llamó cuidadosamente a la puerta con un
poco de miedo por lo que pudiera encontrarse allí dentro. Una voz masculina le
indicó que pasara. Abrió y pronto se encontró en una estancia tenuemente
iluminada. Las paredes y el suelo eran de madera, y se percató de que estaba
pisando una alfombra con el símbolo del tigre. Un extraño personaje estaba
sentado de espaldas en un sillón de cuero.